Manuel Rodriguez Becerra

Manuel Rogriguez Becerra

Un libro de obligada lectura

El libro de Bill Gates ‘Cómo evitar un desastre climático’ es una alerta sobre el cambio climático.

Por: Manuel Rodríguez Becerra

/ 27 de marzo 2021

El libro de Bill Gates ‘Cómo evitar un desastre climático’ es de obligatoria lectura tanto para quienes consideramos que esta es la mayor amenaza enfrentada por la humanidad en su historia como para aquellos que afirman que es un cuento chino.

Para explicar en forma sencilla la situación, Gates les pide a sus lectores que se graben en la memoria dos cifras: cincuenta y un mil millones, que es el número aproximado de toneladas de gases de efecto invernadero (GEI) emitidas cada año, y cero, que es la cantidad de emisiones a que debemos aspirar. Y con esas dos cifras explora a lo largo del libro la eficacia de las “soluciones que ya tenemos y los avances que aún necesitamos” para la mitigación del cambio climático.

El muy fino análisis de las tecnologías que ya existen y las que es necesario desarrollar, así como su comparación económica con las tecnologías basadas en combustibles fósiles, es uno de los grandes aportes de Gates. No es de extrañar que sea así, puesto que es un pionero de la tecnología contemporánea, aunado a su extraordinario éxito como hombre de negocios. Y en los últimos diez años ha dedicado una buena parte de su tiempo al estudio del cambio climático a partir de la mejor ciencia y tecnología disponible, y también ha efectuado inversiones, e invitado a otros empresarios a que lo hagan, en el desarrollo de nuevas tecnologías para mitigar el cambio climático, que incluso lo ha llevado a perder grandes sumas de dinero.

Gates concluye que en las energías eólica y solar está solo una parte de la solución, subrayando que aunque las implementemos a marchas forzadas, el mundo necesitará nuevos inventos para llegar a una emisión cero. Y esos inventos se deberán concentrar en los sectores de actividad que a nivel mundial más emiten GEI: la industria, en particular cemento, acero y plástico, con el 31 % de las emisiones; el consumo de energía eléctrica, con el 27 %; la agricultura y la ganadería, 19 %; el transporte, en particular en avión, cargueros y camiones, 16 %; la calefacción, el aire acondicionado y la refrigeración, 7 %. Tal variedad de fuentes de GEI no puede enfrentarse simplemente con las tecnologías solares y eólicas, así hoy muestren un extraordinario avance. Es urgente ampliar la oferta de innovación. Gates señala y desmenuza dieciocho tecnologías necesarias que van desde el hidrógeno producido sin emisiones de carbono (insumo requerido para las pilas de generación continua de electricidad con las que, por ejemplo, se moverá el automóvil del futuro), pasando por el cemento y los plásticos neutros en carbono, y el almacenamiento eléctrico a escala de red de duración estacional, hasta la fusión y la fisión nuclear.

Realizar esta revolución tecnológica constituye una tarea titánica sin antecedentes en la historia si se toma en consideración que tan solo se cuenta con 20-30 años para adelantarla. Implica la participación de la iniciativa privada a diferentes niveles y exige inversiones ingentes en ciencia y tecnología, la mayor parte de las cuales deberán proceder de los gobiernos, dados los desmesurados riesgos que muchas de ellas conllevan.

Para Gates, en el pasado un partidario de un Estado pequeño con mínima interferencia al sector privado, los gobiernos deben jugar un papel protagónico en la lucha contra el cambio climático, mediante el establecimiento de un amplio número de políticas, regulaciones, medidas, etc., que incluyen tanto aquellas dirigidas a crear una amplia oferta de nuevas tecnologías como las destinadas a detonar una fuerte demanda por estas. En la tríada tecnología, mercado y gobierno, así configurada, estaría la solución.

Un libro monotemático y de tanta ambición siempre tiene inevitables vacíos. Pero el libro de Gates es mucho lo que aporta a entender el qué y el cómo de las soluciones de este gigantesco problema, en particular en los países desarrollados, es decir, en los que tienen una mayor responsabilidad por la mitigación del cambio climático.