Manuel Rodriguez Becerra

Manuel Rogriguez Becerra

Soluciones basadas en la naturaleza

Es imperativo que el país deje atrás la canalización de ríos y construcción de diques.

Por: Manuel Rodríguez Becerra

/ 11 de octubre 2022

Vive el río Bogotá. Entre todos los lograremos. Contar su historia’. Así se tituló el foro realizado por la CAR de Cundinamarca el pasado miércoles 5 de octubre, en el que diferentes directivos de la organización presentaron las obras ya ejecutadas de adecuación del río Bogotá aguas abajo del puente de la Virgen (Cota) hasta el sector de Alicachín. Fue algo así como una celebración de lo que la CAR considera un gran logro. La adecuación que se está haciendo del río con el fin de prevenir inundaciones consiste principalmente en ensanchar su cauce, construir diques en las orillas del río, creando un canal para contener las aguas, y la arborización de las riberas.

Desde hace tres años la Alianza para la Defensa de la Sabana, de la cual hago parte, conjuntamente con otras organizaciones de la sociedad civil de la región hemos venido cuestionando este enfoque del control de riesgo de las inundaciones de la CAR que, además, ha extendido a algunos de los afluentes del río Bogotá, como es el caso del río Teusacá. Nuestro cuestionamiento se concentra hoy en la canalización que ahora la CAR pretende hacer en el río Bogotá aguas arriba del puente de la Virgen.

¿De dónde ha surgido este cuestionamiento al paradigma utilizado por la CAR de Cundinamarca y otras entidades del país para intentar controlar las inundaciones mediante multimillonarias inversiones de construcción de diques? Entre otras, del hecho de que muchos países lo estén abandonando. China y los Países Bajos son dos buenas ilustraciones. Ambos países enfrentaron inundaciones extremas, en la década de los noventa, como consecuencia de que los diques no pudieran contenerlas, en muchos casos fallando por la alta presión. En los Países Bajos, en 1993, inundaciones extremas causaron la evacuación de 200.000 personas y de un millón de cabezas de ganado, entre otras. En China, en 1998, 223 millones de personas se vieron afectadas, 3.004 murieron, estimándose el daño económico en más de 20.000 millones de dólares.

Estos desastres hicieron que tanto el Gobierno chino como el holandés reconsideraran por completo la gestión de las inundaciones y cambiaran sus viejos paradigmas. Sus nuevos enfoques están basados en soluciones basadas en la naturaleza (SBN) para la gestión del riesgo de inundación. En China hace parte del Programa Nacional de Cambio Climático. En los Países Bajos –otrora un líder en las tecnologías de canalización de ríos, imitado por países como Colombia– se ha adelantado el programa Room for the Rivers, que comprende 30 de sus áreas más vulnerables a inundaciones. Las SBN se enfocan en la restauración, en lo que sea viable, de las llanuras aluviales (las áreas bajas que se inundan periódicamente en forma natural), lo que implica desmontar los diques de las orillas y en algunos casos reubicarlos lejos de estas, así como otras medidas como la restauración de humedales, construcción de desvíos de inundaciones y reforestación aguas arriba para disminuir la escorrentía. No hay diseños estándar para las SBN, los que en ocasiones requieren ser complementados con obras grises. Cada situación es diferente. Los diseños deben basarse en el ecosistema local, así como las necesidades de las partes interesadas, incluidas las comunidades, que son clave para la implementación y optimización exitosa de cada solución.

Por fortuna, el Gobierno Nacional ha expresado a través de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, que es imperativo que el país deje atrás la canalización de ríos y construcción de diques, y adopte aproximaciones que se fundamenten en el paradigma de soluciones basadas en la naturaleza. Así lo afirmó en la junta directiva de la CAR, a propósito de la canalización del río Bogotá, así como en su presentación ante el Congreso de la República, el pasado 4 de marzo, a propósito de las intervenciones que sería necesario adelantar en La Mojana, quizá la zona más vulnerable del país a las inundaciones, las cuales se están crecientemente extremando como consecuencia del cambio climático.