Manuel Rodriguez Becerra

Manuel Rogriguez Becerra

Milagro en Malpelo

Sandra Bessudo lleva 20 años defendiendo este patrimonio natural.

Por: Manuel Rodríguez Becerra

/ 31 de diciembre 2008

Sandra Bessudo lleva 20 años defendiendo este patrimonio natural.

La gran riqueza en biodiversidad del Santuario de Flora y Fauna de Malpelo, conformado por la isla de su mismo nombre y una extensa área marina circundante (9.000 kilómetros cuadrados), está hoy relativamente protegida, en comparación con hace unos pocos años, cuando embarcaciones nacionales e internacionales explotaban sus recursos pesqueros a saco roto.

¿Qué tiene de especial este lugar en la mitad de la nada, a 480 kilómetros de Buenaventura, para que haya sido declarado Área de Importancia para la Conservación de las Aves por BirdLife International y Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco?

Malpelo es una isla rocosa que alberga una fauna muy particular con algunas especies endémicas y un hábitat de cerca de 60 especies de aves, incluyendo la colonia reproductiva más grande del mundo del piquero enmascarado. A su alrededor se encuentran ricas formaciones coralinas, que albergan, entre otras, 110 especies de equidonernos, 130 de moluscos, 267 de crustáceos y 395 de peces; y durante todo el año se pueden observar grandes concentraciones de tiburones martillo, jureles, pargos, atunes, rayas águilas, morenas y barracudas.

Que este lejano territorio de Colombia se perfile hoy como una de las áreas mejor protegidas de nuestro Sistema de Parques Nacionales Naturales es para muchos un milagro. Pero, por fortuna, los milagros no existen y, en este caso, se trata del producto de una eficaz alianza entre la Unidad de Parques del Ministerio del Ambiente, la Armada Nacional, Conservación Internacional y la Fundación Malpelo. Y es un logro claramente ligado a la creatividad y admirable testarudez de Sandra Bessudo, quien, al visitar la isla en plan de buceo turístico en 1989, observó con horror que en la cubierta de algún barco yacían a medio desollar algunos de los tiburones que había contemplado en su medio natural. Al presenciar la pesca indiscriminada que se estaba perpetrando, y la forma destructiva en que las embarcaciones se anclaban en el arrecife coralino, resolvió actuar para impedir que se continuara atentando contra la integridad de este extraordinario ecosistema.

Sandra tuvo mucho que ver con la declaración de Malpelo como área protegida en 1995 y se convirtió en su primera directora. Pero, al padecer las precariedades presupuestales del gobierno para su administración, se retiró de la Unidad de Parques, en 1999, para crear la Fundación Malpelo. Y desde allí consiguió los recursos económicos necesarios para que la Armada Nacional restaurara un vetusto barco que hoy, con doce tripulantes de esta fuerza, vigila la isla y su área marina con un compromiso sin par. Y ahora viene en camino una segunda embarcación, con la cual se garantizará su vigilancia permanente puesto que todavía son muchas las incursiones ilegales de pesqueros en el Santuario. El nuevo barco, como el anterior, servirá también como plataforma de investigación, y en él siempre tendrán presencia funcionarios y ecólogos de la Unidad de Parques y de la Fundación, para desarrollar el plan de comanejo de Malpelo acordado entre las tres instituciones.

Además, la Fundación constituyó un fondo fiduciario que ha obtenido generosas donaciones de Conservación Internacional y del Fondo para la Acción Ambiental, y que su directora se propone duplicarlas para garantizar su protección a perpetuidad, una tarea que se añade a sus múltiples responsabilidades en el manejo del Santuario, y que ilumina con su formación como bióloga marina.

Cada una de las instituciones y personas comprometidas con este admirable propósito merece un especial reconocimiento. Pero, quizá, no estaríamos contando tan ejemplar historia si no fuera por Sandra Bessudo, quien, hace cerca de veinte años, intuyó con acierto que las grandes oportunidades que le ofreció la vida bien valdría utilizarlas en la defensa de este valioso patrimonio natural de nuestro país.