Menos peor
Colombia ocupó el segundo lugar en desempeño ambiental en Latinoamérica según el EPI 2020.
Por: Manuel Rodríguez Becerra
/ 14 de junio 2020
En Colombia, la deforestación es su más grave problema ambiental. En 2019 ocupó el séptimo lugar entre los países tropicales que más perdieron bosques primarios y el cuarto en América Latina, lo que para muchos justificaría calificar el país como un desastre en materia de protección del medio ambiente a nivel mundial. En contraste con esta calificación hipotética, Colombia ocupó el segundo lugar en desempeño ambiental en Latinoamérica y el 50 a nivel mundial entre 180 países, según el Índice de Desempeño Ambiental 2020 (EPI, por su sigla en inglés), elaborado por las Universidades de Yale y Columbia.
En el ranquin 2020, Chile clasifica como el primer país de América Latina y el 44 en el mundo, y los países más ricos ocupan los 43 primeros lugares en la clasificación. Además, a no pocos sorprenderá que no es la primera vez que Colombia clasifica en el segundo lugar entre los países de Latinoamérica: entre 2004 y 2020, lo ha hecho en seis de las ocho ocasiones de la publicación de este índice bianual (en todos estos años, Costa Rica ha sido el primero en la región, en seis ocasiones).
Cada que se publica, en Colombia los comentarios y juicios sobre su confiabilidad han sido de escepticismo, de incredulidad, de burla. No es de extrañar, pues los ciudadanos conocen de primera mano la creciente destrucción y degradación ambiental que registra el país. Pero, más allá de este hecho, el índice, que se originó en la Conferencia de Davos, se basa en una robusta metodología, que se ha construido durante dos décadas, y en la mejor información disponible, que es sometida a diversos filtros, verificaciones etc. ¿Por qué esta contradicción con la certera percepción ciudadana? En últimas, ¿qué diablos mide el EPI?
El EPI establece en qué grado un país está mejorando o empeorando en la protección ambiental. El índice sintetiza 32 indicadores, repartidos en las áreas de salud ambiental y vitalidad de los ecosistemas, y en once asuntos temáticos. El EPI básicamente mide el progreso que ha hecho cada país para alcanzar objetivos ambientales internacionalmente acordados, y lo compara con el progreso de los otros países. Por ejemplo, establece en qué medida un país está avanzando en relación con las metas para la mitigación y adaptación al cambio climático en el marco del Acuerdo de París; o su progreso en el suministro de agua potable, en comparación con la meta acordada en los Objetivos del Milenio, 2000-2015, o, en la actualidad, en los Objetivos del Desarrollo Sostenible; o su progreso en relación con la meta de Aichi, de la Convención de Biodiversidad, que fijó, para el período 2010-2020, que por lo menos el 17 % del área terrestre y el 10 % de la marina serían áreas protegidas. Que Colombia se encuentre en una posición tan sobresaliente, no obstante su alta tasa de deforestación, se explica por el hecho de que su pobre desempeño en esta materia está amortiguado por el mucho mejor desempeño en otros temas, como se expresa en parte de los 32 indicadores. Y que los países más ricos se clasifiquen en los primeros puestos en 2020, así como lo hicieron en los anteriores EPI, se explica porque presentan los mayores avances en áreas tales como calidad del aire, saneamiento básico, provisión de agua potable, manejo de metales pesados, reducción de los gases de efecto invernadero o disminución de la tasa neta de deforestación (que en muchos de estos países es hoy negativa debido a que están reforestando). Pero, como es obvio, la entidad responsable del EPI reconoce que el desempeño ambiental del conjunto de los países del planeta está muy lejos del ideal, tanto que nos ha conducido a una profunda crisis ambiental.
En síntesis, que Colombia ocupe un lugar tan sobresaliente en su desempeño ambiental a nivel regional no significa que lo esté haciendo bien, sino menos peor que la casi totalidad de los países de América Latina. Así que manos a la obra para mejorar la gestión ambiental de Colombia porque bien sabemos que como estamos, estamos mal.