Manuel Rodriguez Becerra

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Manuel Rogriguez Becerra

Mario Laserna: ambientalismo

Fue uno de los propulsores de los estudios ambientales en Colombia y, por ende, del ambientalismo.

Por: Manuel Rodríguez Becerra

/ 17 de septiembre de 2023

Mario Laserna, el fundador de la Universidad de los Andes, fue uno de los propulsores de los estudios ambientales en Colombia y, por ende, del ambientalismo. Es una faceta poco conocida de la vida de este “colombiano universal”, como lo denominó Luis Fernando Molina en artículo publicado por EL TIEMPO el pasado 22 de agosto con motivo del centenario de su natalicio.

A principios de los años 50 interesó a John von Neumann en la Amazonía hasta el punto de que este fue de los primeros científicos de talla mundial, no biólogo, en reflexionar sobre el tema. Von Neuman, uno de los pioneros de la computadora moderna y la teoría de juegos, hizo parte del consejo asesor de la nueva universidad por invitación de su fundador. Desde su visita a los Andes compartieron un gran interés en el tema amazónico y para Mario Laserna fue tan importante que recuerdo nítidamente cómo en sesión plenaria de la histórica Conferencia de Río de Janeiro sobre Medio Ambiente y Desarrollo (1992), al asistir en su calidad de senador de la república, anunció que gestionaría en el Congreso de Colombia la fundación de un instituto de investigaciones amazónicas al cual se le denominaría John von Neumann. Este nuevo instituto se incluyó como parte del Sistema Nacional Ambiental (Sina) en el curso de los debates para la aprobación de la Ley 99 de 1993 de creación del Ministerio del Ambiente, pero finalmente no llevó el nombre propuesto por Laserna (se lo dieron al del Pacífico… azares de la política).

En 1963 impulsó la creación del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar) mediante una alianza entre las universidades de los Andes y de Giessen y la alcaldía de Santa Marta, que entregó en comodato el edificio de Punta Betín como sede. Posteriormente se transformó en entidad pública y, hace 30 años, entró a hacer parte del Sina.

En 1973, al celebrarse el vigésimo quinto aniversario de la Universidad, enfatizó la necesidad de que se comprometiera con el estudio de la relación sociedad-naturaleza que para entonces comenzaba a señalarse como problemática: “Este horizonte implica una mucho mayor preocupación por las ciencias biológicas en el sentido moderno de la palabra, es decir, investigando todo lo que se relaciona con la conducta humana, y con la capacidad del ser humano, tanto de labrarse el medio en que vive, como de lograr una adecuada adaptación a él. Si la universidad orienta sus esfuerzos y sus recursos a este fin, probablemente está en condiciones de contribuir no solamente al bienestar de los colombianos, sino al de muchas otras naciones”.

Y en 1977, Laserna, como miembro del comité asesor de la Facultad de Artes y Ciencias, en la que me desempeñaba como decano, nos instó a la creación del área de ecología en el departamento de Biología. Así se hizo, con profesores traídos con dos profesores alemanes y tres colombianos con altos grados académicos, como Carlos Arturo Mejía, con su doctorado en etología (el estudio del comportamiento de las especies animales). Años después invitó a los famosos especialistas en etología humana, Lionel Tiger y Robin Fox, para explorar la creación de un programa de investigación y formación en esta área. No logramos obtener los recursos económicos para implementarlos, pero esta iniciativa simplemente confirma cómo siempre estuvo muchos pasos adelante que los otros dirigentes del país en la visión de su futuro.

En 1998, en los 50 años de Uniandes, reiteró su posición de 25 años atrás al señalar que la más alta prioridad para la universidad en el futuro debería ser el sustantivo fortalecimiento de los estudios socioambientales. De entonces a hoy se han hecho notables avances –entre muchos otros la creación del Centro de los Objetivos del Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe–. Pero el fundador de los Andes, si hoy viviese, nos estaría, muy seguramente, señalando que no son del todo suficientes, con su singular y persistente sentido de autocrítica.