Lo que está en juego
Con el mismo título encabecé, en este diario, una columna en vísperas de la Cumbre de Copenhague sobre cambio climático.
Por: Manuel Rodríguez Becerra
/ 8 de noviembre 2015
Con el mismo título encabecé, en este diario, una columna en vísperas de la Cumbre de Copenhague sobre cambio climático, realizada en diciembre del 2009. Hoy, en vísperas de la Cumbre de París, como entonces, es mucho lo que está en juego, pero el caso es que en Copenhague tuvo lugar un estruendoso fracaso debajo de las narices de sesenta jefes de Estado y más de un centenar de ministros, y en medio de la frustración de más de 40.000 personas que asistieron.
La Cumbre de París no es simplemente un intento de superar el fracaso de Copenhague sino de buscar una salida a la Convención de Cambio Climático, que, después de veintiún años de entrar en vigor, no ha cumplido con su objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a un nivel tal que no genere una desestabilización peligrosa del sistema climático. Por el contrario, la tasa de emisiones de GEI se ha incrementado en forma sustantiva en ese período y, por consiguiente, cada vez tenemos menos tiempo para enfrentar con efectividad la mayor amenaza que ha enfrenado la humanidad en su historia.
¿Qué podemos esperar de París? Es muy improbable que ocurra un colapso como el de Copenhague, entre otros motivos porque se llega con parte de la tarea hecha. Hoy se cuenta con los compromisos voluntarios de reducción de GEI, de aquí al 2030, que han anunciado más de 150 países y que representan cerca del 90 por ciento de las emisiones globales. Pero, como Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención de Cambio Climático, subrayó: “Si las promesas efectuadas se implementaran, el aumento esperado de temperatura para finales de siglo, entre 4 °C y 5 °C, se reduciría a 2,7 °C. Si bien la ambición es muy baja para no sobrepasar los 2 °C, las actuales promesas son unos cimientos sobre los que se podría construir una ambición más alta”.
Cómo se logrará esa aspiración no es para nada claro, y el asunto se complica aún más si se toma en consideración que los países en desarrollo condicionaron total o parcialmente sus promesas a que los países desarrollados transfieran recursos económicos nuevos y adicionales en forma concesional para implementarlas. No obstante, no pocos gobiernos y organizaciones de la sociedad civil ven con optimismo el posible acuerdo de París, al que consideran como una parada más de las muchas que faltan.
Pero otros están en desacuerdo con esta mirada. Así, Bill Gates, en reciente entrevista en ‘The Atlantic’ (noviembre del 2015), afirmó que todas las metas difíciles de reducción de GEI para poner el planeta en la senda de no superar los 2 °C “han sido pospuestas para después del 2030, y aun las metas para el 2030 no son suficientes y no serán alcanzadas”. Bill Gates fue mucho más allá: calificó a los gobiernos y al sector privado de ineptos por no haberse movido con rapidez y creatividad para generar las innovaciones tecnológicas requeridas para transitar hacia el reemplazo de las energías fósiles con energías renovables. Pero, con optimismo, cree factible superar esa patética ineptitud.
En fin, qué nos depararán la Cumbre de París y los años futuros son temas que no se pueden encapsular en una columna. Por ello los invito a leer el libro Cambio climático: lo que está en juego, del que soy coautor con los expertos Henry Mance, Ximena Barrera y Carolina García. Allí intentamos responder más de sesenta preguntas sobre la ciencia, la economía y la política del cambio climático, así como sus posibles impactos y las estrategias para mitigarlos. ¡No estoy haciendo publicidad para venderlo! Lo pueden obtener gratuitamente en las páginas web de las entidades que lo editaron: Facultad de Administración de Uniandes, WWF, Fescol y Foro Nacional Ambiental, o en mi página: