Manuel Rodriguez Becerra

Manuel Rogriguez Becerra

La tragedia ambiental de América Latina y el Caribe

Este libro debe servir para sacar al medio ambiente del papel marginal que hoy ocupa.

Por: Manuel Rodríguez Becerra

/ 25 de octubre 2020

Este es el título de un nuevo libro publicado por la Cepal, cuyo lanzamiento tendrá lugar el próximo miércoles desde Santiago de Chile. Es la tragedia ambiental que hoy enfrentamos todos los seres humanos, sin excepción, y que, en cada región y rincón del planeta, tiene sus propias dinámicas y características.

En últimas, la mayor parte de los líderes políticos y empresariales del mundo continúan negándose a reconocer esta tragedia que, además, se cierne como una amenaza a los logros alcanzados en materia de bienestar social en un amplio grupo de la población, y también como un factor que agravaría la pobreza de cientos de millones de personas, que aún persiste y es éticamente inaceptable. Lo grave es que se ha creado la falsa ilusión de que la tragedia ambiental, que se conjuga con la tragedia humana de los millones que no tienen nada, está en vías de solución. Y es que, como se señala en el libro, escuchamos hasta el cansancio el término ‘sostenibilidad’, “cuando este concepto –e incluso el de desarrollo sostenible– ha sido manipulado para asegurar la permanencia en el tiempo de cualquier negocio o empresa y para que los gobiernos acepten el concepto de desarrollo sostenible como una modificación adjetiva del neoliberalismo o del izquierdismo”. Evidentemente, si en las tres últimas décadas hubiese habido congruencia con lo que significan e implican los conceptos de desarrollo sostenible, sostenibilidad, conservación, etc., incorporados por cientos de tratados internacionales y políticas nacionales, hoy estaríamos en vías de resolver esta crisis.

En la primera parte del libro se hace un diagnóstico de la situación de América Latina y se compara con otras regiones del mundo. Todas comparten unos patrones de desarrollo que son insostenibles ambientalmente y que no están resolviendo diversos problemas sociales. En América Latina, “el fracaso de este modelo de desarrollo tiene que ver con situaciones graves, como la persistencia de la pobreza extrema; el deterioro acelerado del ambiente físico y biológico terrestre y marino, (…) y el aumento reciente de la inestabilidad de la situación de las clases medias emergentes…”. La segunda parte del libro se dedica a examinar posibles vías para salir de la encrucijada. Pero no cae en la trampa de generar la ilusión de un cambio radical del paradigma de desarrollo, hoy y ahora (que no se tiene claro cuál podría ser), como lo proclaman no pocos líderes populistas de la región. Propone, sí, “poner en marcha una estrategia que se traduzca en la reducción de las pérdidas de los bienes de la naturaleza y el manejo de las artificializaciones, evitando llegar a los límites de los cambios estructurales ecosistémicos”. Y propone, simultáneamente, posibles vías para erradicar la pobreza y propiciar estilos de vida que se guíen cada vez menos por el éxito medido por el consumo –con su mayor expresión en el consumismo– y cada vez más por las concepciones del buen vivir que se están construyendo en la región. Dirigirse hacia una economía descarbonizada y una gradual desmaterialización de los patrones de consumo es viable. Un reto más difícil, y propio de la región, es derrotar la deforestación (p. ej., en la Amazonía) y el deterioro de ecosistemas como los humedales (p. ej., El Pantanal) y los páramos.

Este libro debe servir para el debate sobre el futuro de América Latina y el Caribe, y como uno de los medios para convertir el medio ambiente en un sujeto central de lo político y sacarlo del papel marginal que hoy ocupa. Es el producto de la iniciativa de Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la Cepal, que convocó a un grupo de 21 “autores latinoamericanos que han teorizado y profundizado desde hace varias décadas sobre la relación entre desarrollo y medio ambiente”.

Con Julio Carrizosa y Margarita Marino tuvimos el privilegio de participar en esta tarea que lideró con lucidez el ambientalista chileno Nicolo Gligo.