Manuel Rodriguez Becerra

Manuel Rogriguez Becerra

La agroindustria en la altillanura

El reciente desarrollo agroindustrial de la Orinoquia está produciendo graves daños a su rica diversidad biológica y a su sistema hídrico.

Por: Manuel Rodríguez Becerra

/ 03 de febrero 2013

El reciente desarrollo agroindustrial de la Orinoquia está produciendo graves daños a su rica diversidad biológica y a su sistema hídrico. Así lo atestiguan la intensa deforestación de la última década (en una región dominada por el paisaje de sabana), el drenaje de valiosos humedales para ganar tierras para la agricultura, y la contaminación de las aguas como secuela de inadecuadas prácticas productivas.

Y a ello se suma el cuestionable balance ambiental de la explotación de los hidrocarburos en los últimos treinta años, que estaría restando espacio para la agricultura, así como sus resultados sociales relativamente pobres, a que me referí en columna anterior.

El desarrollo de la agroindustria en los Llanos tiene una larga historia de más de cuatro decenios, en particular en el Meta y en el Casanare. Pero en este corto espacio me concentraré en la altillanura (Vichada y parte del Meta), en donde, en los últimos años, se están adelantando, o prospectando, proyectos agroindustriales en tierras que hasta recientemente se consideraban como no aptas para la actividad.

Y es que para convertir las tierras de nuestra altillanura en cultivables se están aplicando tecnologías originalmente generadas por Embrapa (Empresa Brasileña de Pesquisa Agropecuaria), que han permitido transformar la región del Cerrado brasileño -cuyos suelos también se clasificaban como no aptos para la agricultura- en uno de los mayores centros de producción de alimentos y biocombustibles del mundo.

Pero diversos estudios han concluido que esta impresionante transformación del Cerrado se ha hecho a costa de la pérdida masiva de la biodiversidad, el desorden hidrológico y la equidad social. Como representantes de Embrapa lo reconocen, Colombia podría aprender tanto de los logros como de los errores del Brasil. Y para ello se necesita incrementar la investigación científica y tecnológica sobre la altillanura, incorporando una debida consideración de sus características ambientales y sociales.

Precisamente, en un programa de investigación adelantado en la Universidad de los Andes, dirigido por el profesor en ecología Germán Andrade, se muestra que es posible aprovechar las oportunidades de la altillanura para la agricultura a partir del reconocimiento de su alta fragilidad del ciclo del agua y de la necesidad de proteger valores básicos de la biodiversidad. Al subrayar la necesidad de que los empresarios cumplan con la ley en la estricta protección de los bosques y humedales reconocidos -que con tanta frecuencia violan-, se señala que ello no basta. Se requiere, también, excluir otras tierras de la agricultura con el fin de conservar gran parte de las sabanas encharcables, puesto que son los nacederos de los ríos negros (los que se originan en la llanura), así como mantener franjas conectadas de sabanas altas y ricas en biodiversidad, en especial las arboladas. Como Andrade afirma, la altillanura no es el Cerrado. De lo que se trata es de emplazar la agricultura en el paisaje y no de arrasar con el paisaje para crear infinitos monocultivos que degradan y destruyen la biodiversidad y los recursos de agua.

No es una utopía. Precisamente Andrade, a partir de este planteamiento, está dirigiendo un grupo interdisciplinario que asesora a la empresa Riopaila-Castilla sobre la forma como podría realizar su ambicioso proyecto agroindustrial, ubicado en La Primavera-Santa Rosalía. Se trata de un relevante esfuerzo conjunto de la academia y de la empresa mediante el cual no solo se intenta generar formas concretas de sostenibilidad ambiental para el desarrollo agrícola de la altillanura, sino también concepciones y estrategias para la sostenibilidad social.

Es entonces factible adelantar la actividad empresarial en la Orinoquia mediante intervenciones que respeten la naturaleza y generen espacios para la equidad social, pero infortunadamente esa no es la tendencia predominante.