Manuel Rodriguez Becerra

Revista Semana Manuel Rodríguez Becerra

La adaptación a los impactos del cambio climático en la región Capital, Bogotá- Cundinamarca

Por: Revista Semana | Octubre 2010

Ya estamos viviendo en Colombia, como en todas partes del mundo, lo impactos del cambio climático y estos se agudizarán en la medida de que transcurra el siglo. Así lo revela la “Segunda Comunicación Nacional de Colombia sobre Cambio Climático” que el gobierno nacional presentó a las Naciones Unidas, el pasado mes de Junio, en cumplimiento de las obligaciones adquiridas por el país en la Convención de Cambio Climático. Se trata de un completo estudio coordinado por el IDEAM y basado en la mejor ciencia disponible existente en el país y en el exterior sobre la materia.

De acuerdo al estudio, ¿Cuáles son las principales consecuencias del cambio climático para el departamento de Cundinamarca y para Bogotá y qué hacer para que la población sufra lo menos y los impactos para su proceso de desarrollo económico y social se minimicen?

En la casi totalidad del área del departamento disminuirá la precipitación anual, un fenómeno que se presentará en la mayor parte de la región andina y que contrasta con otras regiones del país, como en el Chocó y la Amazonia en donde la precipitación aumentará. En, particular, en la Sabana de Bogotá la reducción de lluvia alcanzará el 11.6% entre 2011 y 2040; el 16,1% entre 2041 y 2070 y el 3,4% entre 2071 y 2100, con respecto a la climatología del período de referencia, 1971-2000. Además, en diferentes regiones de Cundinamarca, y a similitud de lo que ocurrirá en zonas de Boyacá, Tolima, Huila, y oriente del Valle del Cauca, se prevé una transición de clima semi-húmedo a clima semi-árido.

Independientemente del hecho de que la precipitación disminuya, las estaciones lluviosas y secas se harán más extremas, y los aguaceros más torrenciales, en todos los pisos térmicos lo que traerá, entre otros impactos, la más frecuente ocurrencia y la mayor severidad de las crecientes de los ríos, las inundaciones y los deslizamientos.

Estos últimos fenómenos afectarán con mayor rigor a los miles de asentamientos humanos ubicados en zonas de alta vulnerabilidad ambiental, tanto en el campo como en la ciudad. En Bogotá y en todos los municipios de Cundinamarca se encuentran grupos de habitantes que, estando por debajo de la línea de pobreza, viven en precarias viviendas localizadas en las faldas de montañas de alta pendiente, con altos riesgos de deslizamiento, o en las riberas o cauce de un río, y, en general, en zonas que en las épocas invernales se inundan periódicamente.

Por ello se requiere reubicar a quienes viven en las zonas de muy alta vulnerabilidad, o adelantar, cuando sea posible, obras que disminuyan en forma sustantiva la probabilidad de un desastre. Además, es urgente que los Planes de Ordenamiento Territorial municipal y departamental se revisen para definir con claridad el mapa de riesgos producto del calentamiento global. De no tomarse estas medidas, se incrementará, a lo largo de los próximos años la ocurrencia de los indecibles dramas humanos ocasionados por los deslizamientos y las inundaciones en el campo y los centros urbanos que conllevan no solo la pérdida de viviendas, enseres y cultivos de los más pobres sino también la pérdida de vidas humanas.

A su vez, la actividad agropecuaria de los campesinos pobres recibiría los mayores impactos derivados de la reducción de las lluvias, y el mayor rigor de las estaciones seca y húmeda, debido a que este grupo no cuenta con el acceso a los recursos tecnológicos para adaptarse a estas nuevas circunstancias. A similitud del caso anterior, se deberán adelantar programas de adaptación para los campesinos más pobres, en este caso de asistencia técnica con el fin de puedan hacer factibles sus labores agrícolas mediante el uso de tecnologías que sirvan para enfrentar los cambios.

Los impactos potenciales del cambio climático sobre los páramos, sub-páramos y bosques de alta montaña se señalan como altos y muy altos para el período 2011-2070. Esto implica, entre otras, la perdida de una parte del área de los páramos, que conjuntamente con los bosques alto-andinos, juegan un papel crítico en el ciclo del agua, a tal puto que con frecuencia el ciudadano común suele utilizar la metáfora de que los páramos son “los más eficientes productores del precioso líquido”.

Urge dar una mayor protección de estos ecosistemas alto-andinos, evitando que se sigan destruyendo para dedicar sus suelos a las actividades de pastoreo, mineras y agrícolas, en particular de siembra de papa. Algunos preguntarán para qué protegerlos si de todas se verán afectados, llegando a ser los impactos muy severos en el 20% del área la región altoandina. Justamente, la ciencia nos indica que entre mejor estén conservados los ecosistemas estos tendrán mayor resiliencia al calentamiento global (o la capacidad de las comunidades biológicas para absorber perturbaciones).

Es por esta misma razón que, además de proteger estrictamente los páramos y los bosques naturales alto-andinos, aún existentes, es necesario restaurar parte de los que hoy se encuentran degradados. Como también es prioritario restaurar los bosques protectores de las cuencas hidrográficas del departamento localizados en zonas de montaña medias y bajas y en los valles interandinos, que en muchas partes de Cundinamarca fueron arrasados o se encuentran degradados. Este proceso de restauración de páramos y bosques protectores servirá para hacer al Departamento y a Bogotá menos vulnerables a la reducción de la precipitación y al mayor rigor de las épocas secas y húmedas, toda vez que páramos y bosques retienen, almacenan e infiltran en el suelo y subsuelo las aguas lluvias en épocas invernales, las cuales son liberadas en épocas de verano, regulando el caudal de las fuentes de agua.

El programa de protección y reforestación que debe emprenderse en Bogotá y Cundinamarca, podría llevarse a cabo a partir del uso eficiente y eficaz de los recursos que prevé la norma de Ley 99 de 1993 de acuerdo a la cual todos los municipios deben destinar el 1% de su presupuesto a la protección de las cuencas que proveen agua a los acueductos municipales.

En síntesis, la región capital está en posibilidad de enfrentar las consecuencias del cambio climático, como se ha ilustrado en los casos expuestos que de ninguna manera agotan los posibles impactos. Pero debemos comenzar a actuar ya, como lo indican los planes, que en forma pionera, se están formulando, y comenzando a ejecutar, en la Región-Capital, por iniciativa de la Gobernación del Departamento y la Alcaldía de Bogotá.

Manuel Rodríguez Becerra
Publicado en: Semana. 2010.”Región Capital. Bogotá”: Semana, octubre 2010. pags. 538-539