Manuel Rodriguez Becerra

Manuel Rogriguez Becerra

Estocolmo +50

Una conmemoración agridulce ante la amenaza sin antecedentes para la integridad de la vida

Por: Manuel Rodríguez Becerra

/ 05 de junio de 2022

Hoy 5 de junio, Día del Medio Ambiente, se conmemoran 50 años de la realización de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano que tuvo lugar en Estocolmo en 1972. En ella participaron 114 gobiernos y asistieron como observadores 252 organizaciones no gubernamentales. La Unión Soviética y los Estados miembros del Pacto de Varsovia (o los países de Europa del este) no participaron, como expresión de la Guerra Fría.

Debemos hoy recordar con admiración la visión de los líderes políticos y empresariales que marcaron el talante y los resultados de este histórico evento, entre quienes se destacaron Olof Palme, primer ministro de Suecia; Indira Gandhi, primera ministra de India, y el empresario y diplomático canadiense Maurice Strong, secretario general de la Conferencia. Recreemos sus visiones:

Olof Palme: “El entorno humano siempre cambiará y el desarrollo continuará. Habrá crecimiento. Esto no puede ni debe evitarse. La cuestión decisiva es en qué dirección nos desarrollaremos. Urge acordar por qué medios creceremos, qué cualidades queremos alcanzar y qué valores deseamos que guíen nuestro futuro”.

Maurice Strong: “La pregunta permanente de la Conferencia de Estocolmo será la comprensión de que el hombre ha llegado a uno de esos puntos seminales de su historia donde sus propias actividades son los principales determinantes de su propio futuro”.

Indira Gandhi: “Es claro que la crisis ambiental que enfrenta el mundo alterará profundamente el destino de nuestro planeta. Ninguno de nosotros, cualquiera que sea nuestro estado, fuerza o circunstancia, puede permanecer impasible. Los seres humanos modernos deben restablecer un vínculo ininterrumpido con la naturaleza y la vida. Deben aprender de nuevo a evocar la energía de los seres en crecimiento y reconocer, como lo hicieron los antiguos en la India hace siglos, que uno toma de la tierra y la atmósfera solo lo que les devuelve”. En el discurso más recordado de la conferencia, la estadista Gandhi, a la vez una pionera del ambientalismo hindú, subrayó: “La pobreza es el mayor contaminador de todos”, e instó a que se lograra un nivel de vida más alto para los pobres del mundo “sin alejarlos de su herencia cultural y sin despojar a la naturaleza de su belleza, frescura y pureza tan esenciales para nuestras vidas”.

En Estocolmo estuvieron presentes los líderes empresariales y científicos que poco antes de la realización de la conferencia publicaron el histórico informe ‘Los límites del crecimiento’, elaborado por un grupo de investigadores de MIT por encargo del Club de Roma, fundado y dirigido por el empresario italiano Aurelio Pecci.

La conferencia marcó el inicio del ambientalismo global. La Declaración sobre el Medio Ambiente Humano contiene 27 principios que encapsulan las posturas visionarias de quienes la guiaron. Se creó el Programa de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (Pnuma), que jugó un papel crítico en la incorporación de lo ambiental en la agenda pública de diversos países del mundo, así como en la construcción de múltiples tratados y acuerdos internacionales.

En conmemoración de la Conferencia de Estocolmo sobre Medio Ambiente Humano se está realizando la Conferencia Estocolmo + 50. Es una conmemoración agridulce ante la contundente constatación de que nos enfrentamos a amenazas sin antecedentes para la integridad de la vida en la Tierra. Es una crisis múltiple, como ha sido reiterado por estos días: cambio climático, contaminación y pérdida de la biodiversidad, así como otros males planetarios –la desigualdad, la pobreza y la guerra– que afectan nuestro bienestar y ponen en grave riesgo nuestro futuro. Si no se actúa ya y en los diez años próximos, se reitera, estaríamos condenados a escenarios catastróficos, pero lo cierto es que la voluntad política para hacerlo no parece existir. Los líderes políticos y empresariales visionarios y comprometidos, como aquellos que condujeron la Conferencia de Estocolmo hace 50 años, son hoy un bien escaso.