El titular del foro forestal de la ONU quiere pasar de la palabra a los hechos
Por: Steven Ambrus. EcoAméricas | mayo 2005
Manuel Rodríguez Becerra preside este año el Foro de los Bosques de la ONU (UNFF por su sigla inglesa), que tenía programado reunirse este mes en Nueva York. El foro, establecido en octubre del 2000, es el más importante órgano mundial de políticas sobre bosques, que asocia a cientos de representantes de gobiernos, organismos multilaterales y asociaciones no gubernamentales. Estaba previsto que la sesión de este año sería dura en su tono, debido al descontento por no haber la comunidad internacional alcanzado las metas propuestas en dos anteriores órganos de la ONU: el Panel Internacional de Bosques (IPF por su sigla inglesa) y el Foro Intergubernamental de Bosques (IFF por su sigla inglesa), que fijaron la política forestal para el período 1995-2000. Pero Rodríguez parece preparado para ese desafío. Como gerente general del ex organismo de política ambiental de Colombia, Inderena, en el período 1990-93, y primer ministro colombiano del medio ambiente en 1994, cumplió un papel destacado en el diseño de las instituciones ambientales del país, y ha escrito mucho sobre política ambiental. Y en 1995 y 1997, presidió el IFF. Rodríguez habló con el corresponsal de EcoAméricas Steven Ambrus en Bogotá acerca del foro, los bosques latinoamericanos y las plantaciones de palmas.
¿Cuáles ve como problemas claves del Foro este año?
La mayor crítica que se ha hecho al Foro es que es pura charlatanería, sin entrar en acción. Sus críticos aducen una falta de cooperación internacional. Dicen que no se transfieren fondos y tecnología al mundo en vías de desarrollo, ni se ayuda a las comunidades de bosques a erradicar la pobreza mediante un gestionamiento sustentable. Algunas de estas críticas son válidas. Si no avanzamos en la negociación de acuerdos internacionales eficaces, enfrentaremos una seria pérdida de credibilidad, y los temas forestales caerán a un segundo nivel de importancia. Un tratado solamente vale la pena si hay un compromiso político, y si tiene garra. Algunos convenios, como el Protocolo de Montreal de 1987 [sobre la protección de la capa de ozono] han tenido esa fuerza. Pero la mayoría son totalmente ineficaces. Muchos objetivos forestales pueden ser alcanzados por otros medios. [Pero] hasta ahora, no ha habido ni un solo acuerdo internacional, ya sea legalmente vinculante o no, que haya sido respaldado por el compromiso político necesario para reducir los índices de deforestación, recuperar bosques degradados, o reconocer los derechos de las comunidades forestales ancestrales. Dichos acuerdos enviarían una señal muy positiva. Cuando hay un acuerdo de alto nivel, los gobiernos sienten la presión de sus ciudadanos. Y los organismos multilaterales podrían negarles fondos a los gobiernos que no cumplen sus promesas.
¿Qué más necesita hacerse?
En 2001, la ONU estableció la Asociación de Colaboración sobre Bosques para apoyar la labor del Foro y aumentar la cooperación y coordinación en asuntos forestales. La asociación cuenta con 14 miembros, incluidos el Banco Mundial, la Organización Internacional de Maderas Tropicales (ITTO por su sigla inglesa) y la Unión Mundial de Conservación (IUCN). Necesita ser fortalecida, porque se trata de instituciones con la capacidad financiera, humana y técnica necesaria para poner en práctica las políticas del Foro. Una posibilidad entre muchas es la de crear un fondo para asistir los proyectos de las distintas organizaciones.
En términos generales, ¿cuál es el estado de los bosques latinoamericanos?
Es difícil decir, porque en América Latina no hay datos confiables acerca de la destrucción de bosques. Colombia, por ejemplo, ha modificado continuamente sus estimaciones. Hay también un problema de interpretación. Pueden tomarse imágenes satelitales de la cobertura boscosa, pero no le indican el estado de salud de ese bosque, y la medida a que llega la extinción de especies. Aun así, creo que el caso más dramático es el de Haití, que está completamente deforestado. Es un triste ejemplo de lo que podría ocurrir en el resto del continente si continúan los patrones de deforestación.
¿Hay países que usted destacaría por su eficaz política forestal?
Costa Rica ha desarrollado interesantes incentivos económicos, incluidos pagos por la conservación de las vertientes de aguas y la retención del carbono. Era un país extremadamente deforestado, donde quedaba solamente un 20% de su cobertura boscosa. Ahora prevé tener medio territorio reforestado en un futuro no muy distante, en parte debido a una próspera industria del ecoturismo.
¿Qué puede decir de usar los bosques para combatir la pobreza?
La idea de los bosques como panacea para la pobreza está de moda, pero tiene escasas bases científicas. Realmente depende del tipo de bosque. Hay bosques que cumplen ese propósito, y otros que no, como los situados en empinadas pendientes, donde la producción sustentable es casi imposible. Lo crucial es el reconocimiento jurídico de los derechos de las comunidades ancestrales a los bosques y sus productos, ya sean madera extraída en forma sustentable, medicinas, resinas, etcétera.
¿Debería permitirse que los proyectos de conservación forestal, regeneración o monocultivos obtengan acreditaciones por la retención del carbono, de acuerdo con el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kyoto?
Muchos están a favor de incluir los bosques naturales en el MDL, por creer [que las ventas de acreditaciones por la reducción de gases de efecto invernadero] recompensarían su conservación y los mantendrían a salvo. Yo también estoy a favor. Pero hay un gran debate acerca de si los bosques primigenios maduros capturan el CO2. Y no están incluidos en el MDL. El consejo ejecutivo del MDL todavía no ha aprobado ni un solo proyecto forestal. Pero la regeneración de bosques es una perspectiva promisoria, y los bosques nuevos tienen un papel que cumplir. No obstante, los monocultivos nunca deberían reemplazar a los bosques primigenios o naturales, aunque en función de la biodiversidad es mejor tener monocultivos–que en algunos casos pueden reproducir la estructura de un bosque secundario–que dejar la tierra como pastura.
Con respecto a los monocultivos, ¿qué ocurre con las plantaciones de palmera africana en Colombia, las que han generado tanta controversia, especialmente en Chocó? (Ver Artículo Central–esta edición.)
Lo que está ocurriendo en Chocó es terrible. Aparte del desplazamiento de comunidades, se da una considerable destrucción del bosque primigenio y pérdida de la fauna. Pero la mayoría de los cultivos de palmeras en Colombia tienen lugar en sitios ya sumamente alterados por la agricultura y la ganadería. Y los estudios demuestran que hay abundante tierra para expandir [el cultivo de] palmeras sin destruir el bosque natural. Lo ideal es la producción orgánica y “policultural” que se vale de la producción agro-forestal para cultivar otras plantas, como árboles frutales, plátanos y cacao en fragmentos del bosque todavía existente. Las plantaciones tienen muchas ventajas sobre las pasturas y las tierras de labranza. De estar bien diseñadas, pueden también impedir la erosión y preservar las vertientes de aguas.