Manuel Rodriguez Becerra

Nuestro Planeta, Nuestro Futuro
Manuel Rogriguez Becerra

El canal del Dique

Es la primera megaobra de adaptación al cambio climático que se realiza en Colombia.

Por: Manuel Rodríguez Becerra

/ 30 de diciembre de 2022

A principios del mes de diciembre de 2022, se adjudicó la licitación para adelantar el proyecto de Restauración de Ecosistemas Degradados del Canal de Dique, cuyo valor asciende a 3,2 billones de pesos. Es un hecho histórico, puesto que es la primera megaobra de adaptación al cambio climático que se realiza en Colombia, uno de los países con más alta vulnerabilidad a los impactos de este fenómeno de origen humano.

En efecto, según el informe ‘Cambio climático y las respuestas internacionales’, del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos (2021), Colombia hace parte de los once países del mundo que “más probablemente enfrentarán condiciones climáticas extremas que amenazarán su seguridad energética, alimentaria, hídrica y sanitaria”, y según el informe de 2021 de Swiss Re Institute, la economía de Colombia es la séptima más vulnerable al cambio climático.

Bien sabemos que los eventos climáticos extremos no son asunto del futuro, como lo evidencia el severo período lluvioso enfrentando en 2022. A su vez, las graves inundaciones que se presentaron en el país en la cuenca Magdalena-Cauca en 2010-2011 se produjeron, según investigación publicada en 2021, como consecuencia del cambio climático que reforzó sustantivamente el fenómeno de la Niña (Hirabayashi et al., en Progress in Earth and Planetary Science). Las consecuencias fueron múltiples, con unos daños cuyo costo estimado ascendió a $ 11 billones, una cifra que no revela el enorme sufrimiento de las poblaciones afectadas.

La ruptura del canal del Dique fue uno de los mayores impactos, y como respuesta se reanudaron los estudios para transformarlo con el propósito de hacerlo más resiliente a los eventos climáticos extremos y resolver diversos problemas ecológicos y sociales originados por el canal que se venían señalando de tiempo atrás. La magnitud del declive de los ecosistemas y riesgos asociados al canal han sido documentados en profundidad por el exministro del Medio Ambiente José Vicente Mogollón –que durante décadas ha estudiado esta vía fluvial y ha propendido a su rehabilitación– en su libro El canal del Dique. Historia de un desastre ambiental (2013).

A mediados del siglo XVII, en sus albores, el canal entre Cartagena y el río Magdalena consistía en una unión precaria de ciénagas y caños. Lo que hoy conocemos como el canal del Dique ha sido el producto de diversas intervenciones de la ingeniería a lo largo de los siglos que al mismo tiempo que mejoraron la comunicación generaron diversos problemas ambientales, que se ven ahora magnificados por el cambio climático. Entre el siglo XVII y 1951-52 el canal desembocaba muy al sur de la bahía de Cartagena y las embarcaciones atravesaban un brazo de mar antes de penetrar por el caño del Estero a la bahía. Las aguas del Magdalena con sus sedimentos solo llegaron a la bahía cuando se conectó el canal con aquella en 1951-52, con lo que se inició su colmatación –que pone en riesgo el puerto–, y la muerte paulatina de los arrecifes coralinos de las islas del Rosario y San Bernardo.

De conformidad con el Fondo de Adaptación, la futura navegación en el canal del Dique se asegurará mediante la construcción de dos esclusas verticales. El comportamiento hidráulico y del transporte de sedimentos en el canal lo hará principalmente la compuerta de Calamar que controlará el ingreso del caudal de agua y los sedimentos en el canal. En Puerto Badel, se cortará el caudal hacia las bahías de Cartagena y Barbacoas y el agua será redistribuida a través del área deltaica. Tanto en Calamar como en Puerto Badel contarán con esclusas para asegurar la navegación en el canal desde el río Magdalena hacia la desembocadura que tuvo durante más de tres siglos, al sur de la bahía de Cartagena entre boca de Luisa y boca Cerrada.

Una parte central de la obra es la restauración de las ciénagas que incluye su conexión entre sí y con el canal, con lo cual se incrementará su productividad ecológica y se beneficiará a las comunidades que las habitan.