El abandono de Mompox
El centro histórico de Mompox -monumento nacional (Ley 163 de 1959) y patrimonio de la humanidad (Unesco, 1995)-.
Por: Manuel Rodríguez Becerra
/ 25 de marzo 2012
El centro histórico de Mompox -monumento nacional (Ley 163 de 1959) y patrimonio de la humanidad (Unesco, 1995)- se encuentra en lamentable proceso de deterioro, una situación inaceptable dados sus inigualables valores arquitectónicos, culturales y ambientales.
Y es que el inventario de problemas que están minando su patrimonio arquitectónico de origen colonial es interminable, entre otros: el paulatino deterioro de diversos espacios y monumentos públicos, como plazas, iglesias, calles y andenes; las obras de restauración que nunca llegan a su fin, como las del edificio del mercado, iniciadas hace quince años, y las infortunadas intervenciones en inmuebles particulares y públicos que, violando las normas que rigen su protección, afean, desfiguran y caricaturizan la arquitectura colonial. Lo patético es que no pocas de estas intervenciones han sido propiciadas o aprobadas por autoridades públicas, como el Ministerio de Cultura y la alcaldía de la ciudad. Tal parece ser el caso de la reconstrucción de la albarrada (muralla de origen colonial de contención de las aguas del río Magdalena), que fue afectada por las últimas olas invernales, y del controvertido proyecto de restauración en marcha de la plaza de la Concepción.
En deterioro sin par se encuentran, también, diversos valores culturales y formas de vida que son producto de la interacción entre los pobladores y la región en que se encuentra enclavado el municipio: la isla de Mompox (compartida con otros cinco municipios), que hace parte del complejo y rico ecosistema de la depresión momposina. Y es que Mompox está dominado por un paisaje acuático de singular belleza y de gran riqueza en biodiversidad, que abarca cerca del 80 por ciento de su territorio -conformado por ciénagas, caños, meandros y madreviejas-, mientras que el 20 por ciento restante está constituido por tierras planas, en donde se encuentran los asentamientos humanos -urbanos y rurales-, que sufren las arremetidas de las crecientes del río Magdalena.
Allí existe una rica y única cultura anfibia, invisible para la mayor parte de colombianos, que desde hace años ha sido víctima de diversos y crecientes daños ecológicos, que incluyen la desestabilización del sistema hídrico y la contaminación de los cuerpos de agua. Y es que la vulnerabilidad de la región a las olas de lluvia, agravadas por el cambio climático y el fenómeno de la Niña, se ha incrementado sustancialmente, tal como se manifestó en la última tragedia invernal que afectó al casco urbano de Mompox y a los corregimientos del municipio, así como a la agricultura y la ganadería.
Más grave aún, la degradación y destrucción de las ciénagas -producto de la contaminación y del drenaje para robar tierras para la actividad ganadera-, en conjunción con el deterioro del río Magdalena, han causado el descenso de la pesca (a la décima parte de lo que fuera hace treinta años), fuente fundamental de sustento de esa gran parte de la población, que hoy está sumida en la pobreza.
A todo esto se suma el aislamiento de Mompox del resto del país debido al desastroso estado de las carreteras y a la suspensión, ya hace años, de su comunicación por vía aérea. Y se añaden, también, los pésimos servicios de recolección de basuras, acueducto y alcantarillado.
Pero hay que recordar que ‘Mompox, Patrimonio Cultural de la Humanidad’, no es una distinción más, sino una declaratoria que, producto de dispendioso y riguroso escrutinio efectuado por expertos internacionales, exige al Estado colombiano claras obligaciones de protegerlo para el bien de las presentes y futuras generaciones, propósito en el cual el país se encuentra más que rajado. Y, ante todo, se trata de un asunto de injusticia social e inequidad regional y de una imperdonable omisión en la protección de nuestro patrimonio cultural, natural y arquitectónico.