Manuel Rodriguez Becerra

Manuel Rogriguez Becerra

Crecimiento poblacional y medio ambiente

El pasado 31 de octubre, a las 4:21 a.m., hora de Greenwich, los “mundo-metros” registraron la existencia de 7.000 millones de habitantes en el Planeta Tierra.

Por: Manuel Rodríguez Becerra

/ 21 de noviembre 2011

El pasado 31 de octubre, a las 4:21 a.m., hora de Greenwich, los “mundo-metros” registraron la existencia de 7.000 millones de habitantes en el Planeta Tierra. Y al dar la bienvenida al nuevo habitante generador de esta marca no se recordó, quizá, que él padecerá los graves impactos del creciente deterioro ambiental -incluyendo el cambio climático-, que en gran medida está asociado al incremento poblacional.

Resultaría simplista señalar el aumento de 4.500 millones de habitantes, registrado en los últimos sesenta años, como la única causa del deterioro ambiental sin precedentes ocurrido en este período. Entre otras, porque el asombroso fenómeno poblacional está íntimamente vinculado con las grandes revoluciones tecnológicas y sociales -la provisión de agua potable, el aumento de la productividad agrícola, la liberación de la energía fósil, la farmacia y la medicina moderna, y la educación masiva- que han traído consigo la drástica disminución de la morbilidad infantil, el aumento de la expectativa de vida y una población que es, en promedio, la más saludable, la mejor nutrida y la más afluente de la historia.

Y es que el Homo sapiens, con su ingenio, abrió el espacio en la Tierra para que un mayor número de individuos de esta especie animal, singular e invasora, tuviese la extraordinaria oportunidad de la vida. Sin embargo, ese ingenio ni ha estado permeado por un talante moral que garantice a todos una vida digna -como lo atestigua la inaceptable existencia de 1.400 millones de personas en pobreza absoluta-, ni ha estado cerca de crear formas de desarrollo que aseguren la sostenibilidad ambiental global.

Hoy, lo alarmante es que la posibilidad de garantizar el bienestar a todos los habitantes de la Tierra se está reduciendo, puesto que la humanidad se encuentra crecientemente sobregirada en el uso y aprovechamiento de los recursos naturales. Se estima que, en la actualidad, nos gastamos en los primeros diez meses del año lo que los ecosistemas pueden producir, regenerar y reciclar en todo el año. La creciente escasez de agua dulce, la extinción de especies y el cambio climático son, quizá, las expresiones más evidentes del hecho de que estemos gastando más de lo que poseemos. Así, por ejemplo, la capacidad de los bosques y mares para capturar los gases de efecto invernadero (GEI) fue desbordada, y los trágicos impactos del calentamiento global están cayendo principalmente sobre las poblaciones más pobres.

Para superar esta situación, se requiere de una amplia combinación de políticas que incluyen desde el desarrollo de energías renovables y nuevas tecnologías agrícolas hasta políticas económicas que no fundamenten el desarrollo y el bienestar humano en el infinito aumento del consumo per cápita, a partir de productos cada vez más obsolescentes y, con frecuencia, superfluos.

Obviamente, se requiere también de una política poblacional. De conformidad con recientes estudios, la simple garantía del acceso universal a la planificación familiar y a la salud sexual reproductiva, en forma que las parejas solo tengan los hijos deseados, conduciría la tasa de fertilidad global a un poco por debajo del nivel de reemplazo, lo cual tendría cobeneficios sustantivos para el medio ambiente, entre los cuales se destaca la reducción de emisiones de GEI entre un 17 y un 24 por ciento en el curso del siglo.

Además, es necesario desincentivar la migración poblacional hacia las áreas selváticas del mundo con el objetivo de disminuir drásticamente la deforestación, que hoy da cuenta del 20 por ciento de las emisiones de GEI. Políticas poblacionales como estas son cruciales para asegurar el camino hacia un planeta ambiental y socialmente sostenible, así diversos grupos religiosos, políticos y empresariales persistan en desconocerlo.