COP28 de cambio climático
La característica esencial de las COP es que los gobiernos hacen compromisos que no cumplen.
Por: Manuel Rodríguez Becerra
/ 28 de noviembre 2023
Durante cerca de 15 días (30 de noviembre-12 de diciembre) se reunirá las vigésima octava conferencia de las partes de la Convención de Cambio Climático (COP28), máximo organismo de gobierno del tratado. ¿Podríamos esperar que se tomen decisiones contundentes para mitigar el cambio climático, es decir, que se asegure que la reducción de gases de efecto invernadero sea de tal magnitud que no se traspase el umbral de incremento promedio de la temperatura de la superficie de la Tierra, fijado en 1,5 ºC, más allá del cual se entraría en una zona de alto riesgo? La respuesta: de la COP 28 se puede esperar muy poco.
La Convención ha tenido poco éxito, para decir lo menos, después de 27 Conferencias de las Partes (COP). En 1992 su meta fue disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero en tal monto que hacia el año 2000 estas no superaran las del año 1990. Si este primer compromiso y los que siguieron se hubiesen implementado, hoy viviríamos un mundo ubicado en la senda de enfrentar con solvencia esta amenaza que coloca en riesgo la trama misma de la vida en la Tierra.
Treinta años después de firmada la Convención en 1992, las emisiones se han incrementado en un 60 % con respecto a 1990 y nos encontramos en una senda de riesgo creciente caracterizada por eventos climáticos extremos: olas de calor, inundaciones, sequías, malas cosechas, muerte de grandes extensiones de coral.
Se puede afirmar que la característica esencial de las COP es que los gobiernos hacen compromisos que no cumplen o que cumplen tan solo parcialmente.
Lo sucedido en los últimos años lo evidencia en forma dramática el informe ‘The production gap’ (Stockholm Environment Institute et al., 2023). Los gobiernos, en conjunto, todavía planean producir más del doble de combustibles fósiles en 2030 de lo que sería posible quemar si el aumento de la temperatura global se mantuviera en el nivel acordado internacionalmente de 1,5 °C. Los planes conducirían a un 460 % más de producción de carbón, un 83 % más de gas y un 29 % más de petróleo en 2030.
En conjunto, los planes y proyecciones gubernamentales conducirían a un aumento en la producción global de carbón hasta 2030, y en la producción global de petróleo y gas hasta al menos 2050. Esto entra en conflicto con los compromisos adquiridos por los gobiernos en el Acuerdo de París y choca con las expectativas de que la demanda global de carbón, petróleo y gas alcanzarán su punto máximo en esta década. Además, lo que se decida, o no, en la COP28 está en manos de unos pocos países: el informe se concentra en 20 naciones productoras de combustibles fósiles, que fueron la fuente combinada del 84 % de las emisiones de CO2 en 2021.
Esta historia nos indica que los jefes de Estado y delegados de los países en desarrollo que asistan a la COP28 tendrán una mínima incidencia para cambiar las tendencias de la explotación y exploración de combustibles fósiles de hoy. Desde la tribuna pronunciarán, con razón, discursos que condenen en forma contundente esta situación, como con seguridad lo harán, por ejemplo, los presidentes Petro y Lula, o la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, quien ha liderado procesos globales para incidir que finalmente se han visto frustrados. Pero sus palabras no serán escuchadas por aquellas 20 naciones que son las principales responsables de la crisis.
Hoy es claro que el umbral de 1,5 ºC será sobrepasado en esta década o a principios de la siguiente. La suerte está echada. Muchos científicos han señalado que superar este umbral no significa que la humanidad esté condenada, ingresando en un período apocalíptico de catástrofes en cascada. Pero se espera que cada fracción de grado adicional de calentamiento aumente la gravedad de los peligros que enfrentan las personas en todo el mundo, como la escasez de agua, las inundaciones extremas, la pérdida de cosechas, las olas de calor mortales y la subida del nivel del mar.