Manuel Rodriguez Becerra

Manuel Rogriguez Becerra

Cambio climático: ¿1,5 °C?

No se ha resuelto el tema de la justicia climática, el gran nudo gordiano para avanzar en un acuerdo

Por: Manuel Rodríguez Becerra

/ 26 de noviembre 2021

“El Pacto Climático de Glasgow, a pesar de su lenguaje sobrio y diplomático, parece un pacto suicida”, afirma George Monbiot, uno de los periodistas sobre medio ambiente más reconocidos del mundo (The Guardian, 14 de noviembre, 2021). El resultado no es sorpresivo, puesto que antes de la COP26 los mayores emisores de CO2 ya habían anunciado sus compromisos, que básicamente ratificaron en Glasgow, con los cuales el planeta superaría 2,4 °C de incremento de la temperatura, en comparación con la era preindustrial. Sobrepasar 1,5 °C conlleva el alto riesgo de ingresar en una época de catástrofes a medida en que los sistemas de la Tierra (terrestres como la selva amazónica; marinos, glaciares, etc.) superan umbrales críticos y cambian a estados nuevos, con graves consecuencias para los seres humanos y, en general, para la vida.

Los políticos, fabricantes de ilusiones, patearon el balón para la COP27 en El Cairo con la solicitud a todos los países de que incrementen sus compromisos a los niveles requeridos con el lema “1,5 °C está viva”. ¿Cuáles son las perspectivas? EE. UU., la Unión Europea, India y China han afirmado que sus objetivos son suficientemente buenos. En últimas, la feroz competencia entre China y EE. UU. por el poder económico y político mundial ha acabado relegando el cambio climático en sus agendas a un segundo plano; si bien hicieron una declaratoria conjunta, esta carece de dientes.

Y para la India, tan atada estructuralmente al carbón, su prioridad es el crecimiento de su economía con miras a erradicar la pobreza. Además, China, India y otros países asiáticos, responsables hoy del 49 % de las emisiones anuales, señalan, con razón, que los países que ya registraban un alto desarrollo cuando se firmó la Convención de Cambio Climático, hace cerca de 30 años, no han cumplido con las responsabilidades que les caben como causantes históricos de la mayor cantidad de gases de efecto invernadero acumulados en la atmósfera. O, en otras palabras, no se ha resuelto el tema de la justicia climática, sin duda el gran nudo gordiano para avanzar en un acuerdo político contundente.

Las ilusiones por un mundo por debajo de 1,5 °C las crearon también los jefes de Estado que participaron en los dos primeros días de la COP con el anuncio de ambiciosas metas que no hacen parte del Acuerdo de París y no los obligan. Es el caso de la deforestación cero para el año 2030, una simple reiteración del acuerdo efectuado en 2014 en la Asamblea de las Naciones Unidas que incluyó como etapa intermedia una reducción del 50 % para el 2020. En contraste, entre 2015 y 2020 la deforestación alcanzó un total de 500.000 km², con un alarmante aumento en el caso de la Amazonía. ¿Será que esta vez sí van a cumplir con su promesa de luchar en contra de una de las mayores tragedias ambientales del mundo?

Claro está que en la COP26 se hicieron algunos avances: en la reglamentación de diversos aspectos del Acuerdo de París, en el establecimiento de sistemas de rendición de cuentas y en el incremento de los recursos financieros aportados por los países desarrollados para que los países en desarrollo estén en posibilidad de cumplir con parte de sus compromisos de mitigación, tomar medidas de adaptación y compensar los daños a los países altamente afectados.

Los países desarrollados reiteraron su compromiso adquirido en 2009, y cumplido muy parcialmente hasta la fecha, de aportar 100.000 millones de dólares anuales a los países en desarrollo. Pero estos últimos hicieron demandas en Glasgow que superan ampliamente esta cifra. Por ejemplo, los países africanos demandaron 700.000 millones de dólares cada año durante la próxima década con el fin de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y aumentar la resiliencia en los niveles que se requieren. De nuevo, una demanda a nombre de la justicia ambiental.

Es evidente que, en la práctica, las negociaciones políticas para no superar los 1,5 °C no han dado resultados desde hace seis años, una situación que se podría prolongar durante varios más. Ahora le toca el turno a la COP 27.