China y el CO2
Por: El Tiempo | 27 de septiembre
El presidente de China, Hu Jintao, anunció en la Asamblea de las Naciones Unidas que su país “se propone disminuir las emisiones de CO2 por unidad de Producto Interno Bruto en una cantidad sustantiva”. Es la primera vez que China acepta fijar reducciones mensurables, así no haya precisado aún las metas por alcanzar. Y es un asunto de la mayor relevancia puesto que recientemente sobrepasó a los Estados Unidos como primer país emisor de gases de efecto invernadero (GEI), y contabilizan entre los dos aproximadamente el 40 por ciento de las actuales emisiones globales.
Además, con el anuncio de China se comienza a derrumbar el argumento de los países industrializados de que el mayor obstáculo para alcanzar un acuerdo es la resistencia de los países en desarrollo en adquirir compromisos para la reducción de emisiones de CO2. China, a semejanza de otros países como India, parecen estar adoptando posiciones de mayor flexibilidad ante el hecho indiscutible de sus actuales y potenciales emisiones producto de su exitoso crecimiento económico.
En contraste, la intervención del presidente Barak Obama en las Naciones Unidas ha sido recibida con preocupación. Como lo señaló el director del Sierra Club, su discurso “sirvió para aclarar que Estados Unidos está emergiendo como el gran obstáculo para una exitosa cumbre en Copenhague. En el discurso reiteró sus anteriores compromisos, pero falló en urgir al Congreso de romper definitivamente con las políticas energéticas del pasado”.
Las negociaciones se encuentran en una difícil encrucijada. Pero, en últimas: ¿Qué se requeriría para calificar a la Conferencia de Copenhague como exitosa? El resultado más contundente sería un acuerdo de reducción de las emisiones de GEI, del 25 al 35 por ciento, en los países desarrollados, por ejecutarse entre el 2012 y el 2020, una meta que la Unión Europea y Japón
estarían listos a suscribir. Se requeriría, también, la provisión de recursos económicos sustantivos para compensar a los países más pobres y vulnerables a los impactos del calentamiento global y para que adelanten las medidas requeridas de adaptación, así como el establecimiento de sistemas eficaces para la protección de los bosques. Sin embargo, algunos países clave, como los E.U, no parecen estar aún listos para acordar metas de este tenor.
En forma alternativa, una expresión de éxito sería que se dejaran sentados unos mecanismos con dientes para la reducción de emisiones y para la adaptación y la compensación, así como unas fechas precisas para fijar las metas cuantitativas conducentes a situar al mundo en una senda en la cual se estabilicen los GEI en la atmósfera de forma tal que la temperatura media global no exceda los 2 grados centígrados, umbral más allá del cual se correrían riesgos inaceptables.
En cualquier caso, la suerte de Copenhague estará profundamente ligada al liderazgo que ejerzan China y Estados Unidos en los setenta días que restan para concluir las negociaciones. Latinoamérica, y con ella Colombia, tienen mucho para decir y para contribuir, pero es necesario reconocer en dónde se encuentran, en últimas, las fuerzas decisivas de este histórico proceso.