COP28: un fracaso anunciado
La humanidad no se va a extinguir, pero las pérdidas sociales y económicas aumentarán.
Por: Manuel Rodríguez Becerra
/ 18 de diciembre 2023
Que se califique a la COP28 como un fracaso, como ya lo han hecho cientos de expertos, contrasta con los titulares de muchos periódicos del mundo (incluyendo EL TIEMPO) según los cuales fue un “acuerdo histórico para el inicio del fin de la era de los combustibles fósiles”.
Evidentemente esta versión de los resultados de la COP28 es quizá una buena muestra del poder publicitario de los grandes productores del petróleo. No en vano, la presidencia de la COP estuvo en manos de Sultan al Jaber, presidente de Adnoc, empresa que produjo más de cuatro millones de barriles de petróleo por día en 2022, un aumento con respecto a los 3,6 millones de barriles por día en 2021, una presidencia que generó el rechazo de cientos de grupos interesados en que se generen unas decisiones contundentes para derrotar la amenaza del cambio climático.
Los titulares de prensa proclamando el éxito se basaron en el hecho de que se acordó una “transición para alejarse” de los combustibles fósiles. Evidentemente, es la primera vez que se menciona la posibilidad de no explotar más combustibles fósiles. Pero el término más fuerte “eliminación gradual”, respaldado por 130 de los 198 países que negociaron en Dubái, fue bloqueado por petro-Estados, incluido los Emiratos Árabes, en cuyo nombre Sultan al Jaber presidió la conferencia.
La COP28 fue un fracaso porque se perdió la última oportunidad de evitar que se transgreda el incremento de 1,5 °C de temperatura promedio de la superficie de la Tierra, más allá del cual el planeta ingresará en una zona de alto peligro. El impreciso compromiso de una transición para alejarse de los combustibles fósiles simplemente revela que implícitamente se ha renunciado a la meta de no traspasar los 1,5 °C acordada en el Acuerdo de París en 2015. Y es que para lograrlo se hubiese requerido del compromiso de eliminar la explotación de carbón, petróleo y gas –en forma relativamente veloz con miras a tener congruencia con esta meta–, mediante el establecimiento de montos de disminución precisos y con fechas concretas con el fin de que en un determinado plazo se eliminara su producción. Pero lograr un acuerdo de esta naturaleza no era políticamente factible, como lo señalé en columna que publiqué en este diario al principio de las negociaciones de la COP28.
Y es que, como hice énfasis, la suerte estaba echada desde antes de la COP28, según se concluye en el informe ‘The production gap’ (Stockholm Environment Institute et al., 2023): “Los principales países productores de combustibles fósiles, en conjunto, todavía planean producir más del doble de combustibles fósiles en 2030 de lo que sería posible quemar si el aumento de la temperatura global se mantuviera en el nivel acordado internacionalmente de 1,5°C. Los planes conducirán a un 460 % más de producción de carbón, un 83 % más de gas y un 29 % más de petróleo en 2030”. Evidentemente, era altamente improbable que los principales productores fuesen a renunciar a estos aumentos y sus pingües ganancias, más cuando han efectuado multimillonarias inversiones para realizarlas.
Lo grave es que la secuencia de fracasos registrados, tras las COP realizadas después del Acuerdo de París, que incluye la COP28, se están traduciendo en dramáticas consecuencias, como hoy se evidencia con los eventos climáticos extremos, los cuales se harán más frecuentes e intensos en la medida en que las emisiones de gases de efecto invernadero sigan incrementándose. La humanidad no se va a extinguir, pero las pérdidas sociales y económicas aumentarán. Por fortuna es posible disminuir en forma sustantiva esas pérdidas y el sufrimiento de las poblaciones más vulnerables mediante diversas estrategias de adaptación, como lo arguyo ampliamente en mi reciente libro ‘Presente y futuro del medio ambiente en Colombia’ (Penguin-Random House, 2023).