Ciudades y posconflicto
La Paz no será posible en las ciudades si persiste la injusticia social y el deterioro ambiental.
Por: Manuel Rodríguez Becerra
/ 05 de Septiembre 2016
El auge económico de Cartagena de los últimos años contrasta con la persistencia de la pobreza y el incremento del deterioro ambiental que la caracterizan. Así se concluyó en el seminario que sobre ciudades sostenibles y posconflicto se realizó recientemente en esta ciudad, por convocatoria del Foro Nacional Ambiental y Fescol.
El auge de Cartagena es un reflejo del aumento de las actividades turísticas, industriales y portuarias. Además, se convertirá en una de las ciudades más importantes en la economía nacional, pues con la puesta en marcha de la refinería el PIB industrial colombiano crecería un 10 %. Así lo señaló Adolfo Meisel, historiador y codirector del Banco de la República.
Pero, como lo muestra Meisel, la situación social de Cartagena se ha movido en dirección contraria: es la segunda ciudad con la mayor proporción de personas pobres entre las 13 principales ciudades (Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) del Dane, 2015), y el 26,2 % de los cartageneros viven en condición de pobreza, cifra únicamente superada por Cúcuta con un 32,9 %. Y subraya: “Sin embargo, la pobreza no es un problema de generación de ingresos, puesto que el producto interno bruto (PIB) por habitante para la ciudad en el 2012 fue el tercero más alto entre las trece principales ciudades, superada solo por Bogotá y Bucaramanga, de acuerdo con información del Dane… No obstante, los beneficios de esa generación de ingreso no se ven reflejados en menores indicadores de pobreza. De hecho, la ciudad presenta uno de los más altos niveles de pobreza extrema de las principales ciudades del país”.
Meisel muestra también que los más pobres habitan las zonas ambientalmente más vulnerables de la ciudad, como en el caso de la ciénaga de la Virgen, situación que se agravaría en el futuro con el cambio climático. Y es que la ciudad se alista a invertir $ 147.000 millones para protegerse de impactos tales como la inevitable subida del nivel del mar, pero solo una mínima parte de estos recursos se orientarán a aquellas zonas, en su mayor parte habitadas por población afrocolombiana. En adición a este problema, Rafael Vergara señaló diversos hechos que expresan el caótico manejo ambiental de la ciudad y sus negativas consecuencias sociales.
Pero existen luces de esperanza: la Ciudad Bicentenario constituye un ejemplar proyecto de desarrollo urbano sostenible para los más pobres, gestionado por la Fundación Santo Domingo en asocio con el Gobierno Nacional y la Alcaldía de la ciudad, como lo expuso su director, Juan Carlos Franco. Infortunadamente, es una excepción frente a la lamentable situación por la que atraviesa la Ciudad Heroica.
En últimas, Cartagena simboliza la inequidad social y la creciente destrucción ambiental que se registran en la totalidad de nuestros centros urbanos, así se identifiquen diferencias entre ellos. Por eso parece absurdo que algunos de los problemas más críticos de nuestras ciudades, allí en donde viven el 75 % de los colombianos, no hagan parte del Acuerdo de Paz. Entre ellos se menciona, por ejemplo, la falta de acceso de los más pobres a tierras urbanizables, situación que los ha obligado a vivir en zonas ambientalmente vulnerables y humanamente indignas, a similitud de lo que sucede en la ciénaga de la Virgen.
Ahora que muchos colombianos estamos dando la bienvenida al fin del conflicto armado con las Farc, es necesario que entendamos que el propósito del “buen vivir”, a que hace referencia el Acuerdo de Paz, no será posible en las ciudades si en ellas persisten o se agravan la injusticia social y el deterioro ambiental que caracterizan sus actuales patrones de desarrollo.