El Acuerdo de París, en el filo de la navaja
La Tierra podría ingresar en una senda de fenómenos climáticos extremos por fuera del control humano
Por: Manuel Rodríguez Becerra
/ 01 de diciembre 2019
Para alcanzar la meta más ambiciosa del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, de mantener el incremento de la temperatura promedio de la superficie de la Tierra por debajo de 1,5 °C en relación con la era preindustrial, se requiere reducir la emisión global de gases de efecto invernadero (GEI) en un 50 por ciento hacia el año 2030. ¿Qué ocurriría si no se logra? Según el informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (la principal autoridad científica del mundo en la materia), publicado a finales de 2018, conllevaría el alto riesgo de que la Tierra ingrese en una senda de fenómenos climáticos extremos, en el mediano y largo plazo, que podrían llegar a ser catastróficos y a estar por fuera del control humano.
Cuando se firmó el acuerdo en 2015, no pocos afirmamos que el vaso quedaba medio lleno y medio vacío puesto que, por un lado, la reducción global de GEI prevista estaba por debajo de lo requerido y, por otro, era la primera vez que se ponían de acuerdo las seis partes que representan más del 60 por ciento de las emisiones globales, un hecho, sin duda, remarcable: China, con 26,8 por ciento de las emisiones globales de GEI, Estados Unidos (13,1 por ciento), los países miembros de la Unión Europea (9,6 por ciento), India (7 por ciento) y Rusia (4,6 por ciento).
De conformidad con el Acuerdo, cada uno de los países del mundo fijó una meta de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en su territorio, a partir del principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, que en la práctica significa que cada país debe hacer una reducción proporcional a las emisiones que ha producido. Por ejemplo, Colombia se comprometió a reducir sus emisiones de GEI en 20 por ciento hacia el 2030, mientras que la Unión Europea y sus 28 estados miembros se comprometieron a reducirlas al menos en un 40 por ciento en relación con su nivel de emisiones de 1990.
Así que la sumatoria de las metas de reducción prometidas por 184 países, para cumplirse entre 2020 y 2030, debe ser tal que se impida que la concentración de GEI en la atmósfera llegue a un nivel en que la temperatura se incremente más allá de 1,5 °C. Para lograr esta meta, las emisiones globales de GEI en 2030 deberían ser de solo 27 Gt CO2-eq (una gigatonelada equivale a 1.000 millones de toneladas), de todos los GEI combinados –bióxido de carbono, metano, óxidos de nitrógeno, etc.–, expresados en CO2 equivalente, según el informe ‘La verdad detrás de los compromisos sobre el clima’ (noviembre de 2019), liderado por el reconocido científico Robert Watson.
Pero si todas las promesas de los países se implementaran completamente, las emisiones globales de GEI ascenderían a 54 Gt CO2-eq para 2030, es decir, al doble, lo que llevaría a un incremento de 3 °C. Al constatar esta enorme diferencia entre lo requerido y lo hasta ahora acordado, concluye que nos encontramos “en el horizonte de un desastre ambiental y económico como producto del cambio climático inducido por la actividad humana”.
Así, por ejemplo, estima que en el escenario de cumplir solamente con lo hoy acordado, las pérdidas económicas producto de la intensificación de diversos eventos climáticos –el número de huracanes, tormentas severas, incendios forestales, sequías, etc.– “ascenderían a 2.000 millones de dólares por día hacia 2030, un precio que el mundo no puede pagar”, a lo que se sumaría el enorme sufrimiento que enfrentarían diversos grupos humanos en diferentes lugares del mundo.
Para evitar tan trágico horizonte se requiere que las promesas para enfrentar el cambio climático por lo menos se dupliquen con miras a reducir las emisiones en un 50 por ciento hacia 2030. Es justamente lo que comenzará a negociarse en la Conferencia de las Partes de la Convención de Cambio Climático, por realizarse en Madrid a partir de mañana, 2 de diciembre. Seguramente sea una negociación que tomará de dos a tres años dadas las condiciones muy adversas, que están marcadas, entre otras, por el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París.