Chiribiquete
Su extensión es casi la misma de Dinamarca y un poco mayor que la de Suiza o la de los Países Bajos.
Por: Manuel Rodríguez Becerra
/ 07 de junio 2018
En los últimos días, el parque de Chiribiquete fue objeto de tres celebraciones e inmenso regocijo de los miles de colombianos que consideramos que las áreas protegidas son una estrategia fundamental para la conservación de la gran riqueza en biodiversidad y agua de nuestro país.
Celebramos, el viernes 29 de junio, su reconocimiento por la Unesco como patrimonio de la humanidad en razón de sus excepcionales valores naturales, culturales y arqueológicos. Celebramos, el pasado domingo primero de julio, la expansión de su área, que lo convirtió en el parque natural nacional más extenso de Colombia y uno de los mayores de Latinoamérica; su extensión, de 42.680 km², es casi la misma de Dinamarca y un poco mayor que la de Suiza o la de los Países Bajos. Y celebramos, el pasado miércoles 4 de julio, el lanzamiento del ‘Especial sobre Chiribiquete’ de la revista ‘Colombia Amazónica’ del Instituto Sinchi. Más que una revista, es un libro impecablemente editado, de cerca de 300 páginas y catorce capítulos, en el que se evidencia, desde las ciencias naturales y sociales, por qué Chiribiquete tiene un especial significado para la humanidad y para Colombia. Es una lectura obligada para aquellos interesados en escrutar el conocimiento hoy existente sobre este inmenso parque y percatarse de los cientos de preguntas que la ciencia deberá intentar responder en el futuro. Hay que agradecer a Luz Marina Mantilla, directora del Sinchi; a Ernesto Guhl, editor de la revista, y a sus 30 autores, por este exquisito regalo.
Con la última ampliación de Chiribiquete se culminó un proceso de protección de esta área natural iniciado en 1989 con su declaración como parque por el gobierno del presidente Virgilio Barco (1986-1990), en el contexto de su audaz y visionaria política de conservación de la región amazónica. Pocos años después, en 1990, tuvo lugar la primera gran expedición de investigación en Chiribiquete, dirigida por el profesor Thomas van der Hammen y Carlos Castaño Uribe, entonces director de Parques Nacionales. Y durante los últimos 30 años, diversas organizaciones no gubernamentales aportaron nuevos y sustantivos conocimientos sobre esta área y buscaron incidir en el Gobierno Nacional para asegurar la consolidación del parque. Entre ellas sobresalen: ACT, Fundación Puerto Rastrojo, Fundación para la Conservación y el Desarrollo, Tropenbos y WWF. Y a estas se adiciona la significativa labor de algunos centros de investigación públicos como el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional y el Sinchi. Todo ello, sumado a la eficaz gestión de la Unidad de Parques Nacionales, bajo la dirección de Julia Miranda, dio lugar a que Chiribiquete, originalmente declarado con un área de 1’280.000 hectáreas, fuera objeto de dos ampliaciones en los últimos cinco años, de 1’483.398 hectáreas en 2013 y 1’486.676 en 2018. Sin duda, el presidente Juan Manuel Santos deja un robusto legado en la creación y ampliación de áreas protegidas que va mucho más allá de Chiribiquete.
Chiribiquete es, en suma, uno de los mejores ejemplos de cómo se ha construido el sistema de parques nacionales, que es, quizá, la mayor realización del ambientalismo colombiano, representado por aquellas y otras ONG, así como por los cientos de funcionarios al servicio de la Unidad de Parques que realizan su labor con pasión y no pocos sacrificios personales. La construcción de un admirable sistema de parques nacionales es un logro que se suma a muchos otros que el país registra en los campos social, ambiental y económico en los últimos cincuenta años, sin caer con ello en la ingenuidad de desconocer los múltiples problemas que aún se enfrentan. Y es imperativo resaltar las grandes realizaciones de nuestro país, en unos tiempos en los que muchos colombianos se han vuelto cultores de la insana y falsa visión de que todo es un desastre y un fracaso y de que todo está hoy peor que ayer.